Dentro de movilidad espacial de la población se han distinguido de manera tradicional dos tipos fundamentales, la migración y la circulación, caracterizándose la primera por una modificación permanente o semi-permanente del lugar de residencia y la segunda por referirse a desplazamientos cortos, reiterativos o cíclicos (Zelinsky, 1971:225-26). El componente temporal de estos dos tipos desplazamientos surge así como esencial: mientras la migración se caracteriza por implicar una permanencia prolongada tras el desplazamiento, la circulación se identifica con una permanencia comparativamente breve en el lugar de destino así como por un retorno al lugar de origen. No obstante, este análisis dicotómico no considera la gran diversidad de situaciones existentes, proponiendo Kaufmann cuatro tipos de movilidad espacial: movilidad cotidiana, movilidad residencial, viaje y migración (Kaufmann, 2006, citado en Módenes, 2007:4).[1] Así, el estudio de la movilidad se ha visto afectado por fenómenos nuevos, y otros tradicionales, entre los que es posible mencionar la cada vez mayor abundancia de segundas residencias, el turismo, los trabajos estacionales agrícolas, la migración de retorno (tanto interna como internacional), o los alojamientos ocasionales (logement occasionnel) durante la semana laboral y el subsiguiente retorno a la residencia familiar durante el fin de semana. Estos fenómenos hacen de la dimensión espacial (distancia) y temporal (frecuencia/permanencia en el destino) de la movilidad algo enormemente diverso, que en su componente cotidiano ha intentado ser captado como “espacio de vida” (espace de vie, bassins de vie, territoires vécus) dentro de la literatura francesa (Courgeau, 1988; Vallès, 2004, INSEE, 2003).
Como reconocen Kaufman et al. (2004) la interrelación entre las diferentes formas de movilidad es compleja, depende de la elección de los individuos (fundamentalmente dentro de un contexto familiar) y su conceptualización varía en función de las disciplinas que la abordan. Por ejemplo, la relación entre movilidad residencial y movilidad cotidiana (sobre todo por motivos laborales) desempeña un papel central dentro del análisis de la contraurbanización (Champion y Atkins, 1996; Renkow y Hoover, 2000).
Dentro del presente artículo se analizan los estudios que sobre la movilidad cotidiana se han desarrollado en México, conceptualizándose dicha movilidad cotidiana esencialmente como el conjunto de desplazamientos que suponen el retorno al lugar de pernocta habitual dentro de un mismo día. La movilidad cotidiana se identifica así con las prácticas habituales y reiteradas de desplazamientos de corta duración y distancia vinculadas a distintos fines, donde estadísticamente predominan los desplazamientos al trabajo y al lugar de estudio (en ocasiones englobadas como movilidad obligada), aunque existen otras motivaciones: compras, ocio, ir a comer, visitar a familiares y amigos, llevar o recoger a alguien, realizar trámites, acceder a servicios médicos, entre otras.
Como remarca Gakenheimer (1998) el problema de la movilidad en las grandes ciudades del mundo en desarrollo está vinculado a su gran tamaño poblacional y a una creciente motorización vs. un incremento más lento de la infraestructura vial, pese a lo cual, la población urbana de dichos países presenta una movilidad mucho mayor en relación a sus residentes rurales. Reconoce Gakenheimer que la mayoría de estas grandes ciudades presentan problemas “más serios de movilidad que sus contrapartes del mundo desarrollado” (Ibid.:37) y que es precisamente en América Latina donde ocurren los desplazamientos más prolongados. A su vez, Figueroa (2005) destaca la crisis permanente en que se encuentran los sistemas de transporte urbano en las ciudades latinoamericanas, así como los importantes problemas que experimentan sus transportes públicos (informalidad, bajos estándares de calidad y degradación física de la flota vehicular).
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